En pleno barrio de Chueca, pero aislado del bullicio
habitual de sus locales, se mantiene en pie como si por él no hubiera pasado el
tiempo, el Café Libertad 8, consagrado por muchos como el templo de la canción
de autor. Después de 38 años este café regentado en la actualidad por Julian
Herrainz sigue recibiendo las letras y las propuestas de cantautores, artistas y literatos.
El encanto de lo antiguo engancha a los que se detienen a observar su magnífica
puerta, que recibe a modo de tríptico, decorado con pinturas, a los que se
aventuran a pasar sorprendidos por el
cartel con la actuación de turno, o maravillados por los farolillos que
flanquean la entrada.
Una vez dentro, el olor a historia se percibe en todos sus
rincones: grandes vigas de madera, paredes de azulejos, suelo de cerámica antigua ya resquebrajado,
lámparas a modo de cazos con largos flecos
colgando del techo, una amplia mesa y un espejo, dignos del decorado de una
película antigua, y obras de arte que algún artista agradecido, cedió al local
hace algún tiempo. Todo invita a retroceder
al año en que aquel café era el punto de encuentro de partidos y
sindicatos, deseosos de beber los nuevos aires de libertad que empezaban a
respirarse allá por el 1975, año en que el que se inauguró este famoso café.
Según avanzas por el local, el encanto sigue su curso, sobre todo cuando atraviesas el arco que separa la barra
de la sala interior, protegido por una también antigua, cortina de terciopelo,
y tras un pequeño espacio dispuesto a modo de sala de espera, llegas al salón
donde el pequeño escenario se alza con su viejo piano de principios de
siglo, por el que han pasado entre otros, Pedro Guerra, Ismael Serrano, Luis
Pastor o Rosana, y en el que puedes contemplar todos los meses exposiciones de
fotografía o pintura.
Más allá del encanto del ambiente, el local ofrece como ya
habréis adivinado, actuaciones en directo todos los días, generalmente conciertos, de nuevas promesas o
cantautores ya consagrados que no se resisten a abandonar del todo, ese pequeño
escenario que les dio la oportunidad de dar a conocer sus letras, además de
otras actividades culturales, como cuentacuentos o recitales de poesía.
En su carta destaca una amplia selección de cocktails y
cafés especiales, destacando el cocktail autóctono del bar que es Libertad 8, la caipirinha, el café Irlandés o al aclamado San Francisco por los que no quieren beber alcohol, como
especialidad de la casa. Algo de picar, como empanadas, tortilla o croquetas
para que el público de sus conciertos disfrute de las actuaciones con la tripa llena y exquisitas tartas en
invierno para lo más golosos.
En definitiva, un lugar perfecto para disfrutar de un
concierto sintiendo la grata cercanía de sus artistas, y disfrutando de las
notas de música y de madera con sabor a antiguo que se deprenden de sus paredes.
Sólo os digo una cosa, en este local, las mesas no se clasifican con números
sino nombres propios como Bici, Luz, Reloj o Sofá, detalle que delata la autenticidad
de este espacio cultural, intelectual y sobre todo con un encanto muy peculiar.